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Mié, Abr

Rangos diplomáticos

Nacionales

Desde hace décadas, la Cancillería ha sido circunstancialmente botín, zafacón o erial político. Hemos tenido excelentes cancilleres y brillantes embajadores, pero también más de un patán indigno de representarnos en el exterior como embajador o cónsul.

Peor aún, la nómina ha servido para todo, sangrando deshonrosamente las finanzas públicas.

Por eso es encomiable que el presidente Abinader haya encargado a Roberto Álvarez de sanear ese ministerio. Tras el desyerbe, la inyección de sangre joven y la reorientación hacia el Potomac, falta ahora poner en orden los rangos y jerarquías. Hay embajadores de carrera, con excelente y larga hoja de servicios, que merecen ascenso al grado de embajador emérito, como por ejemplo el doctor Amaury Dargam. Otros de gran veteranía deben aprovecharse mejor en la escuela diplomática. El currículo debería emular al Departamento de Estado para graduar oficiales de servicio exterior, con exámenes rigurosos para todo diplomático de carrera y validaciones para los designados políticos.

La pandemia –pese a aislarnos— significa mayor importancia al relacionamiento diplomático internacional. Ojalá la Cancillería continúe mejorando.