Morir es el último tabú para cualquier religión

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Más allá en el sufismo

Para hablar del tránsito de esta vida en el sufismo, el autor entrevista a Shojaelddin Shahnavaz. Aquí hay que tener presente que, según afirma el entrevistado, el sufismo es una forma de vida, no una religión, aunque tenga su base en el islam.

La religión es fe ciega y leyes, qué hacer o qué no hacer; pero el sufismo es sentimiento, misticismo.

Dicho esto, explica que la muerte no existe para el sufí, se trata solo de convertirse. No nos gusta hablar de la muerte porque se la considera el fin, por culpa del ego: el hombre no puede aceptar la muerte por no poder digerir el no estar; pero el sufí ha de pensar con frecuencia en la muerte, ya que es obligatorio morir voluntariamente, dejando de lado los deseos, desapegarse y vivir en paz.

El sufismo piensa en la existencia del alma, un alma que ya estaba y que es solo una, solo hay un alma; y el morir es desprenderse del carnet de identidad de esta vida y convertirse en la gran alma que somos.

Piensan que la vida es una sola, pero con varias existencias, por lo que al morir nos encarnamos en otra persona, según lo que necesitamos aprender. Al final, el paraíso es no tener que volver a nuevas encarnaciones, aunque no se precisa mucho en qué consiste ese no-retorno, solo que es algo mejor que el sufrimiento de aquí. Por eso, no se ha de temer a la muerte, únicamente se ha de intentar mejorar desde ya para no tener que “repetir”.

Más allá y el taoísmo

Para la explicación en el taoísmo, Sánchez Bernal entrevista a Itziar Torrecilla Gorbea (Tian Xin Xian). Hay que entender que el taoísmo es una tradición milenaria, con una estructura y una filosofía para el desarrollo del ser humano a través de la alquimia interior.

Aclaración importante para entender cómo vive el taoísta la muerte: lo ritualiza, existe la vida porque existe la muerte; se trata de un ciclo, donde la vida no fue el principio y la muerte no va a ser el fin.

Lo que predomina en el Universo es la fuerza, pura energía: “esta se convierte en forma, porque así ha de ser. Y la forma se hace vida y camina por el mundo. Para que la forma se haga vida es preciso nacer, pero como nada es eterno y nada es inmóvil, ese nacimiento se hará a su debido tiempo”.

Por supuesto, hay que tener un gran amor a esta vida, ya que aquí tenemos la posibilidad de mejorar y elegir el destino después de la muerte, por eso al taoísta le interesa más lo de aquí; y, lógicamente, cree en la reencarnación: “Cuando te cultivas un poco, puedes volver a renacer como humano. Si te cultivas un poco más puedes convertirte en inmortal, pero atado a este mundo, y ya el siguiente nivel es llegar a ser celestial, aunque hay que ser un espíritu muy superior para llegar a ese grado. La meta es unirse al Tao”.

Más allá y catolicismo

Más conocida, por nuestra cultura, es la tradición católica. Aquí, el autor entrevista a dos personas; una es el Padre Ángel, ampliamente conocido por su labor al frente de Mensajeros de la Paz; la otra es José Luis Sáenz Díez, sacerdote.

El primero ofrece una visión más personal que institucional; así, dice que la religión ayuda a creer que hay un más allá y que la gente que ha sido buena va al cielo; cuando se muere, parece que hay un juicio. Y no profundiza más en el tema, que considera muy sencillo, remitiendo a los teólogos para consideraciones más técnicas.

Sáenz Díez, por su parte, se encarga de las Exequias de la Iglesia; para él, lo que rodea a la muerte es un gran misterio, aunque sí tiene claro que Jesucristo es el centro de cualquier relato más allá de la muerte. Con San Pablo, dice que, al morir, “Dios, por medio de Jesucristo, llevará con él a los que han muerto”.

En cuanto al cuerpo, que dejamos atrás, dice que es nuestra manera de relacionarnos con el mundo, con las personas, mientras que el alma dirige nuestras mentes y decisiones, algo que realiza, precisamente, a través del cuerpo, por lo que se pregunta que cómo podemos pensar en la resurrección de la vida sin la resurrección del cuerpo, aunque, ¿de qué cuerpo podemos hablar?

Finalmente, a la pregunta sobre el estado del alma tras la muerte, a la espera de la resurrección, responde: “No te puedo decir. Está en Dios… Pero está en Dios la persona, no la entelequia del alma. Porque, ¿qué es el alma? ¿Y qué es el espíritu? Porque cada vez me gusta hablar más sobre el espíritu, pero a través del cuerpo”.

Más allá y budismo

Interviene, seguidamente, el budismo, con la entrevista al lama Thubten Wangchen. También aquí es conveniente señalar que el budismo es más que una religión, es una filosofía de vida cotidiana, sobre cómo actuar, pensar y hablar bien, tanto en palabra como mente, que supone algo bueno para ti y para los demás.

Para el budista, la muerte no es un castigo, sino la naturaleza de la vida; la cuestión es cómo vamos a morir y cuándo y dónde, algo que desconocemos, por lo que conviene meditar sobre ello.
Sí es importante saber que no es Dios quien decide las condiciones de nuestra muerte, sino que lo determina el propio karma, es decir, las consecuencias de nuestras acciones.

El alma, ciertamente, no muere. Si nuestra mente está muy aferrada a lo material, la muerte será dolorosa y sufrida y, mientras mayor sea ese apego, será más complicada la reencarnación, en la que cree el budista.

Las sucesivas reencarnaciones constituyen el samsara, del que es necesario salir para alcanzar el nirvana y no proceder a una nueva reencarnación. Por eso, mientras más karma malo acumulemos, pasaremos más encarnaciones en el samsara y más costará alcanzar el nirvana; en definitiva, Dios no puede salvar al mundo, somos los humanos quienes podemos hacerlo.

Más allá y Brahma

Marta Matarín es la entrevistada para hablar de Brahma Kumaris. Aquí, advertir que se trata de una organización, no una religión, enfocada en el desarrollo de la persona, conectando con la fortaleza, la paz, la serenidad, mediante la práctica de la meditación.

En esta línea, Dios es una energía suprema a la que cualquier alma humana se puede dirigir. Sus integrantes consideran que no somos el cuerpo, sino un alma, energía, por lo que, cuando alguien muere, lo que ocurre es que esa energía que daba vida al cuerpo se ha ido, la chispa divina se ha marchado.

Siendo partes de esa chispa divina, se ha de hacer uso de las cosas materiales, pero con desapego, pues, realmente, no poseemos nada. Si somos un alma que tiene un cuerpo, es comprensible la creencia en la reencarnación: “El alma, cuando llega el momento, deja el cuerpo y se va a otro cuerpo en otro lugar”; eso sí: siempre se reencarna en un cuerpo de ser humano.

No piensan en un juicio tras la muerte, sino como una autocontemplación en la que vemos todas las vidas y lo hecho en ellas, llevándote al arrepentimiento para enmendar todo lo posible. No queda claro en la entrevista si las reencarnaciones terminan en algún momento.