Startups en Silicon Valley ofrecen servicios de cribado genético de embriones que van más allá de la detección de anomalías, incluyendo predicciones de cociente intelectual y predisposición a enfermedades. Estos servicios, con precios elevados, atraen a las élites tecnológicas, generando un debate ético sobre la selección genética y sus implicaciones sociales. El auge de esta práctica se entrelaza con el creciente movimiento pronatalista en Estados Unidos.
La película Gattaca predijo un futuro donde el ADN determinaba el destino de las personas. Hoy, ese futuro se vislumbra en Silicon Valley, donde un nuevo mercado busca optimizar a la próxima generación antes de su nacimiento.
Empresas como Nucleus Genomics, Herasight y Orchid Health ofrecen análisis genéticos de embriones en el contexto de la fecundación in vitro (FIV). Mientras que antes se buscaba descartar anomalías cromosómicas, ahora se incluyen predicciones sobre el cociente intelectual (CI) y la propensión a enfermedades como el Alzheimer, cáncer o diabetes.
El costo de estos servicios varía entre 2.500 dólares por embrión en Orchid (además de los 20.000 dólares de un ciclo de FIV), 6.000 dólares en Nucleus y 50.000 dólares en Herasight. La demanda proviene principalmente de las élites tecnológicas de San Francisco, donde incluso existen agencias matrimoniales que emparejan a directivos con parejas consideradas "inteligentes" para tener hijos con alto CI. Elon Musk ha apoyado públicamente esta idea.
Las motivaciones detrás del cribado genético son diversas, desde la prevención de enfermedades hasta ambiciosas visiones de ingeniería social. Algunos padres priorizan la salud, buscando minimizar el riesgo de enfermedades graves, como hicieron Simone y Malcolm Collins, quienes seleccionaron un embrión con baja probabilidad de cáncer y alto CI a través de Herasight.
Sin embargo, otros buscan explícitamente aumentar la inteligencia de sus hijos, como el matemático Tsvi Benson-Tilsen, quien busca crear "más genios" para enfrentar desafíos globales. Esta tendencia se alinea con el creciente pronatalismo en Estados Unidos, impulsado por figuras como Elon Musk y el vicepresidente J.D. Vance.
El proceso comienza como cualquier tratamiento de FIV: estimulación ovárica, extracción de óvulos y fecundación. Cinco días después, se extraen células del embrión para secuenciar el genoma. Las startups utilizan algoritmos para calcular riesgos y estimar rasgos, presentando a los padres informes que parecen hojas de cálculo financieras, comparando riesgos y beneficios de diferentes embriones.
Sin embargo, la precisión científica de estas predicciones es cuestionable. El genetista Shai Carmi advierte que los modelos actuales solo explican entre un 5% y un 10% de la variación del CI, lo que significa que elegir el embrión con la "mejor" puntuación solo resultaría en una ganancia media de tres o cuatro puntos de CI. Además, la amplificación del ADN puede introducir errores, y las bases de datos genéticas tienen sesgos hacia poblaciones de ascendencia europea.
Seleccionar embriones por rasgos específicos puede tener consecuencias inesperadas. Según el estadístico Sasha Gusev, escoger un embrión con alta probabilidad de CI podría aumentar la predisposición al trastorno del espectro autista. Los genes raramente vienen sin complejas asociaciones, y optimizar un rasgo puede implicar riesgos en otros.
Existe un debate ético sobre si esta práctica es una forma de eugenesia, aunque sea privada y voluntaria. Lior Pachter argumenta que traducir el genoma en puntuaciones numéricas fomenta la idea de que "unos genes son mejores que otros", creando una división social basada en el ADN. Para los defensores, se trata de dar a los hijos la mejor oportunidad posible; para los críticos, es abrir la puerta a un mundo donde el valor de una persona se decide antes de nacer.
El auge del pronatalismo en Estados Unidos, con figuras como Elon Musk e inversores de Silicon Valley invirtiendo en empresas de tecnologías reproductivas, crea un contexto complejo. Este mercado une ciencia, ideología y capital, generando un debate sobre el futuro de la reproducción humana.
Silicon Valley sueña con hijos diseñados en laboratorio, combinando salud e inteligencia excepcionales. Mientras algunos lo ven como la evolución de la medicina preventiva, otros lo consideran un primer paso hacia una sociedad dividida por el ADN. La pregunta central, como en Gattaca, es quién decide qué significa ser "mejor".