Durante más de un siglo, la comunidad científica ha explorado el potencial de las bacterias como agentes antitumorales. Recientemente, un estudio ha revelado cómo un grupo específico de bacterias puede destruir tumores sin depender de la respuesta inmune del paciente. Este avance representa una nueva estrategia en la oncología, ofreciendo esperanza para tratamientos más efectivos y menos invasivos.
En la lucha contra el cáncer, la ciencia explora constantemente nuevas vías de tratamiento. La inmunoterapia es una de las más recientes, junto con otras como las terapias basadas en la luz LED. Ahora, la investigación se centra en el uso de bacterias para destruir tumores independientemente de la respuesta inmune, abriendo un nuevo capítulo en la medicina oncológica.
No es algo nuevo. La idea de usar bacterias contra el cáncer surgió en 1868 cuando el médico alemán Busch observó remisiones en pacientes con cáncer tras infecciones bacterianas. William Colby desarrolló tratamientos basados en bacterias que sentaron las bases de la inmunoterapia moderna.
Sin embargo, estas terapias tradicionales requieren un sistema inmune funcional, lo cual es un problema para pacientes inmunodeprimidos por el cáncer.
La actualidad. Un estudio publicado en Nature Biomedical Engineering presenta una estrategia innovadora que utiliza un grupo de bacterias para combatir el cáncer, rescatando la antigua idea de las bacterias contra el cáncer.
Este tratamiento ha demostrado eficacia antitumoral, logrando la remisión completa del tumor durante años en modelos de ratón, incluso en aquellos inmunodeprimidos.
Lo más relevante es que esta ayuda bacteriana se ha logrado sin necesidad de ingeniería genética ni toxicidad para el organismo, lo que supone una ventaja.
Un dúo bacteriano. Las protagonistas de esta terapia son un grupo bacteriano llamado AUN, compuesto por dos bacterias específicas: Proteus mirabilis (A-gyo) y Rhodopseudomonas palustris (UN-gyo). A pesar de la percepción común de que las bacterias son perjudiciales, muchas son beneficiosas, como las que habitan en nuestro intestino.
La administración de este dúo bacteriano directamente en la sangre de ratones con tumores produjo resultados drásticos: remisión completa del tumor y supervivencia prolongada.
¿Cómo funciona? Los investigadores explican que estas bacterias bloquean el suministro de oxígeno y nutrientes a los tumores, provocando su asfixia. Al privar a las células tumorales de su alimento, estas mueren.
En esencia, estas bacterias entran en el tumor como un caballo de Troya, provocando la formación de coágulos de sangre en los vasos sanguíneos que alimentan el tumor. De esta manera, se bloquea el flujo sanguíneo y, por tanto, su fuente de alimento.
Transformación de la bacteria. Las bacterias AUN no son agentes pasivos, sino que cambian su comportamiento al detectar el cáncer. El estudio observó que la bacteria A-gyo sufre una transformación fibrosa.
Este cambio se activa específicamente cuando la bacteria se encuentra con "oncometabolitos", señales químicas emitidas por las células cancerosas. Esta forma de "enjambre", junto con las toxinas y hemolisinas que secreta, parece ser la responsable de la destrucción vascular tumoral sin afectar a las células sanas.
Un tratamiento seguro. El estudio dedica gran parte a demostrar la seguridad y el control de AUN. Las cepas de las bacterias tienen un perfil no patogénico único.
Además, para lograr una respuesta completa y evitar la letalidad de una dosis alta única, los investigadores desarrollaron un régimen de "doble dosis": una primera inyección a dosis baja, seguida días después por una dosis alta. La dosis baja "prepara" al cuerpo, consumiendo neutrófilos agresivos y mitigando el riesgo de un síndrome de liberación de citoquinas severo.
Mirando al futuro. Aunque los experimentos se realizaron en ratones, la terapia se probó contra líneas celulares de cáncer humano en modelos de xenoinjerto, utilizando células de adenocarcinoma de colon, cáncer de ovario y cáncer de páncreas humanos. Los resultados fueron claros: todos los tumores probados desaparecieron en los modelos de ratón, sin efectos secundarios graves.
Estamos ante una terapia que no necesitaría ningún tipo de fármaco y que se puede autogestionar. Los autores del estudio apuntan que este enfoque puede revolucionar la terapia contra el cáncer, pero todavía queda mucho camino que recorrer.